
Mira la casa... le da orgullo, es la casa que representa a su país, en cualquier parte del mundo sabrían que se trata de un hogar mexicano, aun sin tener un parámetro de comparación. Tiene colores azul rey, rosa muy mexicano... los barandales de madera a la entrada. Mira su casa...
Su peinado, un chongo bien hecho de trenzas con listones de colores entre el cabello negro y abundante. Su ropa, bordada de colores vivos con enromes flores de buen gusto; una falda sencilla, de manta, un poco arriba de los tobillos, y sus zapatos blancos de tacón. Mira su ventana, el marco disparejo la hace parecer un retrato. Mírala desde la puerta que con confianza permanece abierta, dejando ver la belleza de una modesta y tradicional vivienda, la cocina llena de ollas y cucharas de madera.
Mira su rostro... Seria, como si no hubiera emociones que expresar, sin sonrisa como si su hogar representara nada para ella. Mira su mirada, siempre sumisa, de frente, demostrando valentía, pero sumisa. Como si prefiriera pasar desapercibida mientras pensamientos libres revolotean en su mente, mientras se imagina de pie en el risco del cerro que la vio nacer, en ropa ligera, con los ojos cerrados, sólo activando su sensación del viento en la cara, como si volara, sin que nada obstruya el flujo de aire que rompe sobre su bien formado cuerpo cubierto por mantas blancas...
Mira su casa... Los minutos pasan a su alrededor y ella no parece si quiera notarlo. Su expresión de esperanza en tiempos mejores prevalecerá mientras la miras con ojos de lástima y no como ella quiere ser vista en su hermosa casa, orgullosa de ser quien es, con sus labios pintados y las enormes pestañas, y sus trenzas negras como marco...
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Su peinado, un chongo bien hecho de trenzas con listones de colores entre el cabello negro y abundante. Su ropa, bordada de colores vivos con enromes flores de buen gusto; una falda sencilla, de manta, un poco arriba de los tobillos, y sus zapatos blancos de tacón. Mira su ventana, el marco disparejo la hace parecer un retrato. Mírala desde la puerta que con confianza permanece abierta, dejando ver la belleza de una modesta y tradicional vivienda, la cocina llena de ollas y cucharas de madera.
Mira su rostro... Seria, como si no hubiera emociones que expresar, sin sonrisa como si su hogar representara nada para ella. Mira su mirada, siempre sumisa, de frente, demostrando valentía, pero sumisa. Como si prefiriera pasar desapercibida mientras pensamientos libres revolotean en su mente, mientras se imagina de pie en el risco del cerro que la vio nacer, en ropa ligera, con los ojos cerrados, sólo activando su sensación del viento en la cara, como si volara, sin que nada obstruya el flujo de aire que rompe sobre su bien formado cuerpo cubierto por mantas blancas...
Mira su casa... Los minutos pasan a su alrededor y ella no parece si quiera notarlo. Su expresión de esperanza en tiempos mejores prevalecerá mientras la miras con ojos de lástima y no como ella quiere ser vista en su hermosa casa, orgullosa de ser quien es, con sus labios pintados y las enormes pestañas, y sus trenzas negras como marco...
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