04 enero 2008

express o capuccino?


El olor a comida era inevitable. En cuanto entré percibí el olor mezclado de café y desayuno. No había mucha gente, pero el calor humano se alcanzaba a sentir. No era muy cómodo, pero podía descansar ahí. El bullicio de las personas esperando su órden sonaba como una melodía dulce en mis oídos. Todos se veían hambrientos y gastaban el dinero que llevaban en cualquier bocado que entretuviera la sensación. A pesar del antes mencionado calor humano, llegaban a sentirse los soplidos de aire frío que se filtraban por las puertas abiertas y las ranuras de las ventanas . Llegó un momento en que el olor de la comida recién preparada comenzó a desesperarme. Yo estaba sentada perdiendo el tiempo viendo cómo se congelan las personas afuera del lugar. La desesperación aumentaba y comencé a mover mis manos y pies con un ritmo agitado. Creí que me darían náuseas, pero no fue así. Soporté esa desesperación momentánea y continué perdiendo el tiempo como desde que entré...